Maestros de la alegría

Con el ambiente del Carnaval tan cerca confieso que fui víctima de la nostalgia que  saca sonrisas absurdas a través de recuerdos infantiles. Les comparto lo que traje a mi presente, esperado a que alguien más se identifique conmigo y lo comparta: la gente aglomerándose alrededor de la avenida Serdán, esperando ansiosamente el desfile de carros para poder ser parte de la fiesta carnavalera, antifaces, varitas, globos, y mucho confeti. “La fiesta”, y lo único que viene a mí es eso, el desfile. Será que al final lo único que se ha mantenido desde el inicio de esta tradición, que data de hace más de cien años, es el tradicional paseo de los carros alegóricos (junto al baile de fantasía).

Los meses de preparación, la contienda para la corte, los miles de metros de tela y papel son sólo el previo a un festejo de cuatro días muy intensos para todos aquellos que trabajan por hacer posible un recorrido de disfraces y música. El tiempo ideal para preparar un desfile de Carnaval va de seis a doce meses, pero en Guaymas, en este puerto mágico dónde todo se pretende en un instante, les damos a los profesionales del Carnaval entre dos y tres meses para maquinar el desfile perfecto. Estos héroes sin capa de la alegría trabajan en horarios que la mayoría ni se imaginan, repartiéndose las tareas y cooperando unos con otros para cumplir en tiempo y forma con todo lo que para ellos representa una parte de su corazón. Si tan solo los guaymenses supieran cuanto esfuerzo, cuanto sudor, cuanta unidad, cuanta pasión existe detrás de ese maravilloso trabajo.

El paso del tiempo no perdona, y así como cada familia sonorense se enfrenta a una época de crisis ocasionada por los malos manejos de los gobiernos, la familia carnavalera de Guaymas también sufre por ello. Ojalá y cada uno de los líderes de comparsa recibiera lo que es justo por el trabajo que realiza reclutando participantes, diseñando vestuarios (y en la mayoría de las ocasiones cosiéndolos), montando coreografías aptas para cualquiera que tenga el entusiasmo de participar, consiguiendo un sonido fuerte para que nadie se pierda la elección de canciones que brindará, aunque sea por unas horas, un espectáculo de calle que pocas ciudades tienen el privilegio de atestiguar.

Ojalá que cada miembro de los equipos que construyen los carros alegóricos fuera dotado con las herramientas básicas que se requieren para la construcción segura de estos escenarios móviles, que año con año adornan el paseo dándole cabida a las diferentes cortes e invitados que participan. Los integrantes del desfile son mucho más que sólo “un grupo de personas obsesivas, borrachas y desmadrosas” (como en tantas ocasiones han tenido que tolerar ser llamados); son una familia de artistas que cada año se unen para compartir su alegría con los demás, en una tradición que los identifica con el lugar al que aman y que no siempre está de su lado para festejar.

En lo que una persona ordinaria ve una pila de sacos de harina, cartón, fierros, pinturas rezagadas y telas arrumbadas, un constructor de carros  ve los materiales perfectos para recrear escenarios míticos e imágenes de sueños, escenarios que serán el lugar ideal para mostrar un poco de lo que la imaginación, la habilidad y el amor pueden lograr: una miniatura del Partenón, una sumergida al fondo del mar, la cima de las pirámides de Egipto, la vida por sobre las nubes, la jungla del Amazonas, el juego de los animales fantásticos… Todo aquello que alguien puede soñar, ellos lo pueden construir. Y con ellos van estas increíbles personas que le dan vida a las historias, bailando y jugando con coreografías que invitan al espectador a tomar parte del relato, llenos de sonrisas y alegría para que en esos cuatro días nada logre empañar la luz del corazón de todos los que salen a presenciar su trabajo, para que valgan la pena los ensayos, las ganas y la fortaleza  de esos espíritus generosos, maestros de la alegría, miembros de un ejército de colores que luchan por mantener con vida una de las tradiciones culturales más antiguas del puerto.

Así que este año los invito a reunirnos con nuestras familias para compartir ese momento tan especial, que tanto podría impactarnos positivamente si le damos oportunidad. Que este Carnaval 2018 se concentre en lo que es verdaderamente importante: la gente que lo hace posible. Celebremos el trabajo que más de 800 personas hacen cada año para festejar en comunidad la alegría de pertenecer a un lugar tan maravilloso como lo es nuestro Guaymas.

No dejemos que los problemas de política y corrupción nos sigan robando la alegría de los pequeños momentos, esos no, esos son solo nuestros. Salgamos y bailemos con los comparseros, que sin importar edad, género o clase social, se reúnen en un mismo baile y al mismo son; veamos a los carros alegóricos como lo que son, esculturas, y cuidémoslos de los golpes y de las espumas que los dañan, apreciemos que con un montón de material reciclable estos genios de la construcción plástica nos pueden brindar imágenes llenas de color y vida; saludemos de regreso a todas esas personas que nos sonríen, que nos cantan, que durante esos cuatro días recorren muchos kilómetros para nosotros, que deciden enfrentar al clima como venga con tal de perpetuar la única tradición que ha salido de la gente, y que seguirá siendo de la gente, venga quien venga.

Disfrutemos del Carnaval siendo una comunidad unida, que Guaymas, con todo y baches, nos lo pide a gritos.

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