Caminando sobre un hilo

El espectáculo ha comenzado, ha sido un día largo y muchos han terminado su jornada laboral para volver a casa a descasar.

 

Se enciende un semáforo en rojo que no durará para siempre, pero antes de que vuelvan a tu mente los pendientes de mañana, ellos aparecen ahí con una alegre canción que contrasta con el cansancio que obliga a desear haber acelerado mientras el amarillo intermitente aún anunciaba la tercera llamada.

 
Para ‘’El Pollo’’, hacer malabares es una representación de la vida, tienes que equilibrarla pero ‘’todo se puede con paciencia’’, me dijo mientras yo intentaba formular la siguiente pregunta.

 
‘’La vida es como ir caminando sobre un hilo, haciendo equilibrio con tu mente y corazón’’ me dice antes de encender su cigarro, sentado de espaldas a la fuente danzante del Malecón, cansada de danzar sin música, con el ruido de la ciudad.

 
Íbamos a buscar al Bocho para verlo en acción. Quería entender la sensación de absoluto control a la hora de hacer los malabares, ¿cómo lidiar con las miradas al mismo tiempo que danzas al compás de las leyes de la física?. El Pollo tenia la respuesta.

 
Los nervios son los primeros en aparecer, pero son domados al instante por la pasión. ‘‘En mi caso soy una persona tímida y sentí cierta vergüenza pero ya estando enfrente, en ese mismo instante, como que entra un valor o algo que te hace sentir que te gusta y lo sigues haciendo nada más por placer, por que te gusta lo que estás haciendo’’

 

El Pollo es un autodidacta, un niño índigo con un sin fin de trucos bajo la manga, no sólo le hizo a los malabares, también es un respetado patinador entre los jóvenes que practican el deporte, autor de algunas canciones de punk que se escuchan en los ‘’tokines’’ de la ciudad, e incluso llegó a tener su propia banda. A veces, incluso, toma su guitarra y se sube al camión para divertirse un rato y de paso volver a casa con unas monedas.

 

Llegó muy joven desde Sinaloa, el y su madre llegaron a Guaymas escapando de las constantes balaceras que arrebatan la vida ‘’sin deberla ni temerla’’, solía escaparse desde muy joven al Malecón, cuando el monumento de El Pescador aún estaba en el muelle. Ahí se juntaban los jóvenes de esa generación y fue por ahí donde conoció a el ‘‘Mawi’’ uno de esos tipos mayores con mentalidad joven, un viajero que construía sus propios juguetes.

 
El Mawi llegó aquí por coincidencia durante un festival del Mar Bermejo, la primera vez que lo vio se encontraba sobre sus zancos hechizos haciendo su show de fuego: —’‘Yo le dije que me gustaba todo ese pedo y me dejó acompañarlo en sus shows, a veces tocaba unos tambores que el traía’’, me dijo.

 

Desde entonces el Pollo aprendió que había muchas maneras de ganarse la vida, desde crear sus propias artesanías para venderlas, hasta pararse frente a un público cansado de la rutina para ganarse el mérito de sacarte una sonrisa.

‘’Todos tenemos días buenos y días malos’’—me dice mientras que , en general las personas se alegran por que, de cierto modo, todos tenemos esa buena intención de querer dar lo mejor de uno y lo mejor es sonreír ante todo’’.

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